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Maternidad y TCA

  • Foto del escritor: Gotzone Silva
    Gotzone Silva
  • 9 sept
  • 2 Min. de lectura

Ser madre y vivir con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) es una experiencia que ha sido poco visibilizada e investigada. Tradicionalmente, los TCA han sido asociados a la adolescencia, lo que ha contribuido a su invisibilización en la adultez, especialmente en mujeres en etapa reproductiva. Además, condiciones como la amenorrea, común en algunos TCA como la anorexia nerviosa, pueden dificultar la concepción, lo que reduce la posibilidad de embarazo en mujeres con TCA. Sin embargo, con el desarrollo de tecnologías reproductivas, cada vez es más frecuente que mujeres con antecedentes o diagnósticos activos de TCA puedan embarazarse.

A pesar de este avance, tanto la experiencia de la maternidad como la vivencia del TCA siguen siendo procesos que muchas veces se enfrentan en soledad y silencio, en parte por el estigma social y los altos niveles de autoexigencia que se atraviesan en ambos roles. En este contexto, mujeres que han presentado un TCA en el pasado, quienes lo viven de forma activa o incluso aquellas que no han sido previamente diagnosticadas, pueden debutar con sintomatología alimentaria durante el embarazo o el posparto. El embarazo y la maternidad, por sus múltiples transformaciones físicas, emocionales y sociales, pueden funcionar como gatillantes emocionales y corporales, reactivando síntomas como el miedo al aumento de peso, el conflicto con la imagen corporal o dificultades con la alimentación propia y la del hijo/a.

Estas emociones conviven con el deseo profundo de ser una ‘buena madre’, generando una vivencia ambivalente, donde el amor por el hijo/a se encuentra en tensión con las demandas del TCA y con las expectativas sociales sobre la maternidad, el cuerpo y el ser mujer. Muchas mujeres describen este conflicto como una sensación de inadecuación, culpa y miedo, no se sienten suficientes ni para sí mismas ni para sus hijos/as. Así, puede generarse un ciclo de retroalimentación negativa, donde el malestar emocional intensifica la sintomatología del TCA y viceversa.

Frente a estas experiencias, es fundamental fomentar espacios de expresión emocional, donde se pueda nombrar el miedo, la ambivalencia, la culpa y el cansancio sin ser juzgadas. La búsqueda de apoyo profesional es clave para acompañar de forma efectiva el proceso, así como también, la posibilidad de recurrir a redes de apoyo y a otras madres con vivencias similares, que permitan aliviar el aislamiento, la soledad y el silencio, y generar formas más compasivas de maternar.

Promover el cuidado propio, validar las emociones, contar con un equipo terapéutico especializado puede ser el primer paso para construir una experiencia de maternidad más satisfactoria, tanto para la madre como para su hijo/a.

 
 
 

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